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Las mentiras sistémicas del Sistema Educativo

 

Vagabundo

(Foto del blog  http://elcuadernodeguillermonoacoso.blogspot.com.es/)

ACOSOESCOLAREINSTITUCIONSALEXTREMEÑOSAcabo de leer una noticia - triste noticia - sobre las mentiras sistémicas del Sistema Educativo relacionadas con la atención a la diversidad de una niña, Inma: falta de atención a sus peculiaridades como alumna con TEA – así como la dejadez ante el acoso escolar, exclusión y discriminación sufridos a lo largo de su escolarización.

Vergonzosa noticia, aunque repetitiva en este Sistema Educativo Extremeño, donde no he podido evitar volver a recordar otros casos análogos, entre ellos el de mi propia hija, que desgraciadamente vivió y vive actualmente prácticamente todo lo que se narra en ese artículo y mucho más:

- Dejadez, ninguneo y mirar a otro lado del mal denominado “profesorado” ante las peculiaridades de mi hija por su déficit atencional, incluyendo la falta de profesionalidad y rigor de los “psicopedagogos adscritos a sus antiguos centros para atender sus necesidades, que lejos de ayudar a la alumna, construyeron con falsos informes y míseros corporativismos un muro vergonzoso de mentiras y tejemanejes para limpiar su supuesto “papel virginal y profesional de decentes ayudantes de alumnado con necesidades específicas”.

- Rechazo de sus compañeros, en algunos casos potenciados por parte de sus “maestros”, que posteriormente dieron lugar a burlas y graves discriminaciones, para finalmente convertirse en un grave caso de acoso escolar hacia la niña y derribo, bulos y estigmatización de toda mi familia, teniendo su origen en los propios colegios apoyados por parte de los padres de otros alumnos, que incómodos en modo alguno tuvieron reparo en apoyar propagandas goebbelianas de falacias y embustes con tal de tapar sus cínicas actitudes y su falta de empatía y ética (Nadie tuvo ni ha tenido la honradez, talla humana y dignidad siquiera de preguntarme por lo ocurrido en colegios tales como el Santa Mª de la Coronada, Rodríguez Cruz o algún otro de mi localidad en todos estos años). Incomodaba e incomoda demasiado.

- A diferencia de esa niña, no acepté que mi hija fuese llevada a la fuerza a un calvario cerrado de ineptos enseñantes y cobardes compañeros, ya que su estabilidad anímico-emocional era mucho más valiosa que supuestos aprendizajes académicos, y esa estabilidad estaba por los suelos. El exilio obligado de cualquier colegio, es decir, el negarnos a que la niña fuese sometida a constantes burlas, desprecios, exclusiones y maltratos generalizados supuso que el sacrosanto Sistema Educativo enmascarará su vileza y negligencias atacándonos. Para ello no tuvo reparos en denunciarnos falsamente, apoyándose para ello en un supuesto absentismo escolar; falsa denuncia levantada por la casta del PSOE en su momento, y hoy día sustentada por la del PP, ya que curiosamente aunque está haciendo Bachillerato aún perdura, a pesar incluso de que mi hija es la única estudiante en toda mi Comunidad Autónoma, Extremadura, que se ha visto obligada a estudiar a distancia, a través de la plataforma que el Ministerio de Educación posee, para casos muy peculiares (CIDEAD). Sin duda alguna, Silvia representa la vergüenza ajena de todo un Sistema Educativo que ni atiende, ni apoya, ni corrige desventajas, ni palia diversidades, ni cumple con lo que especifican en niños como ella, Inma o tantos y tantos otros, leyes como la L.O.E o más reciente la LOMCE.

A día de hoy, sin ningún tipo de ayudas, aunque con la buena disposición y empatía de unos pocos y contadísimos profesores suyos que le corrigen sus actividades a distancia, está a punto de tirar la toalla: demasiado esfuerzo para tan escasos resultados, donde a menudo tiene que enfrentarse a tres o cuatro exámenes en una misma mañana, donde un muy limitado horario diurno, establecido por burócratas adeptos vale para desmontar demasiadas horas de esfuerzo y sacrificio almacenados en meses de trabajo, contrarios a la lentísima velocidad de proceso que la alumna sufre; a su muy deficitario rendimiento, ocasionado por sus sistemáticos olvidos, despistes, omisiones e incluso bloqueos cognitivos en pruebas tan victorianas como las que se ejercen en este victoriano sistema educativo nuestro. Ni siquiera las ayudas de psicoterapia le son concedidas, a pesar de que escrupulosamente se cumplen todos y cada uno de los requisitos.

Os dejo con la noticia de Inma, una víctima más de un asqueroso Sistema Educativo que ningunea por omisión, inacción y falsedades las cínicas y lamentables condiciones escolares de este grupo de alumnado; alumnado con necesidades educativas específicas, sean o no significativas, que incomoda y molesta tanto a tantos trágalas y trepas institucionales que cualquier día este grupo de alumnado será relegado a estar granjerizado por decreto testicular, para que ello no suponga una “carga institucional y social”.

¡Dios, que pandilla de ineptos e indeseables! Obviamente esta reflexión a la deidad va para la clase política que maneja y permite estas discriminaciones; discriminaciones y marginaciones que se proyectan miserablemente en una parte de la sociedad que avala esta cínica insolidaridad (léanse no pocas afirmaciones vergonzosos de padres de compañeros de Inma en la noticia y en comentarios vertidos posteriormente por lectores interesados, como también sucediese en el caso de mi hija).

 

«Con mi hija, la integración en la escuela ha sido una mentira»

http://m.hoy.es/extremadura/201505/16/hija-integracion-escuela-sido-20150516192429.html

Ana B. Hernández

Belén Mulero lleva diez años batallando contra el sistema educativo; su último logro ha sido que su hija viajara con sus compañeros a Disney

«Fue la psicóloga de la guardería la que me lo dijo por primera vez: no sé si tu hija es superdotada o tiene autismo; cualquiera de las dos cosas en esta sociedad son un problema».

En ese momento arrancó la particular lucha de Belén Mulero Carvajal, pacense de 40 años, contra la exclusión social. Hoy sigue en ella, porque aunque ha tirado la toalla mil veces..., la ha vuelto siempre a coger.

Afirma que su experiencia en el sistema educativo ha sido negativa y que en el caso de su hija, no se ha trabajado por su integración. Sin embargo, desde el otro lado, la Consejería de Educación, manifiesta lo contrario.

Inma, su hija, tenía dos años cuando ella recibió esta noticia. «La niña había llevado hasta entonces un desarrollo normal, pero en la guardería se dieron cuenta que no jugaba con otros niños, que no se relacionaba y que prefería hacer puzzles que no debería poder hacer por su edad».

Cuando Inma tenía tres años los neurólogos confirmaron el diagnóstico que ya había dado la Asociación de Padres de Niños Autistas de Badajoz (Apnaba). «Es una niña que tiene autismo, aunque en un nivel bajo, nos aseguraron todos, y yo y mi marido nos negamos a creerlo», reconoce Belén. Optaron por dejar a Inma en la guardería hasta los seis años. «Los tumultos la ponían nerviosa y entendimos que estaba más tranquila en la guardería, en un entorno que ya le resultaba familiar».

Con el inicio de la etapa escolar llegaron los problemas para Inma y su familia. «La matriculé en un centro de Primaria para que cursara toda esta etapa, hasta los 12 años; en un colegio que disponía de un aula específica destinada a niños con discapacidades». Al poco tiempo, fueron los propios responsables de ese aula los que pidieron que Inma pasara a una clase normal: «Porque no sabemos cómo, pero mi hija llegó al colegio sabiendo leer y por eso era posible que estuviera en un aula normal..., y la cambiaron».

Antes de Navidad los padres de sus compañeros de clase habían recogido firmas para pedir que pasaran a la niña a otra clase. «No la querían con sus hijos, consideraban que era un peligro..., pero logré que mi hija terminara el curso allí y al año siguiente la cambié de colegio».

No fue la única decisión que ese año, cuando Inma iba a cursar con siete años segundo de Primaria, tomó Belén. También decidió dejar de trabajar, abandonar un sueldo mensual cercano a los 3.000 euros, y quedarse con su hija. «Iba al colegio y yo me sentaba cada tarde con ella, a hacer los deberes, a enseñarla a estudiar, a organizar su tiempo». Y así fue superando cada curso de Primaria sin ningún problema académico. «Su nota más baja en todos esos años fue un bien en gimnasia».

Pero la niña y su familia sintieron el rechazo de sus compañeros y sus familias en cada uno de esos cursos. «Mi hija no tenía amigos, ni compañeros con los que jugar en el recreo, ni la invitaban a los cumpleaños... Del mismo modo que mi marido y yo nos quedamos sin amigos, sin relaciones sociales».

Las burlas de los demás

En cuarto de Primaria Belén propuso celebrar una fiesta de fin de curso en su casa. Vive en el campo, a las afueras de Gévora (Badajoz). «El mismo día en que esperábamos la llegada de compañeros y padres me llamaron para decirme que habían cambiado de opinión». Si la relación con ellos no era buena hasta entonces, a partir de ese momento dejó de existir.

«Quinto y sexto fueron un auténtico calvario. En la clase se empiezan a reír de ella, a tirarle del pelo, a dejarla medio desnuda en el patio...». Belén logró que expulsaran del centro unos días a quienes provocaron estas situaciones, a la vez que en casa trataba de calmar a su hija, de infundirle confianza, de mantener su concentración y el interés por aprender... Y juntas consiguieron terminar Primaria.

A los 12 años matriculó a la niña en el instituto. «Primero de la ESO fue perfecto, el mejor año sin duda; simplemente porque tuvo una tutora que se ocupó de ella». Belén afirma que su hija solo necesitaba que los profesores se encargaran de que estuviera atenta en el aula lo máximo posible y de que no olvidara apuntar en la agenda los deberes y las fechas de los exámenes. Porque en casa era ella la que se ocupaba de que su hija siguiera el ritmo de aprendizaje de los demás. «También les pedí que evitaran las burlas, porque simplemente no te parece que sean cosas de chiquillos cuando dejan a tu hija medio desnuda en el patio del centro para que sea el hazmerreír de todos».

Inma fue la mejor de su clase en primero de ESO. Todo cambió cuando regresó en septiembre al centro. «La revolución hormonal que cualquier niña pasa a esa edad yo la sentí y mucho en mi hija; estaba muy nerviosa y lo comuniqué al centro para que me llamaran si notaban cualquier cosa rara».

Esa llamada nunca se produjo, aunque la repitió muchas veces, siempre según su versión. «Yo la veía cada vez más nerviosa, tanto que una vez me dio un bofetón tremendo, algo que jamás había hecho, pero en el centro me decían que estaba perfectamente». Tras la primera evaluación, llegaron los suspensos. «Ya no llamé, fui directamente al centro, y me dicen que la niña no lleva las tareas, que deja los exámenes en blanco... Y, claro, yo les digo que cómo no me han avisado a pesar de haberlo pedido no sé cuántas veces».

Esas Navidades fueron horribles en casa de Belén, porque su hija seguía nerviosa y agresiva. Y así regresó al centro docente, donde siguieron los problemas. «Mi hija no quería ir, yo la obligué y la situación empeoró cuando le tiró los libros a una profesora». Inma estuvo una semana en casa, expulsada, pero pudo contar finalmente qué le estaba ocurriendo. «Pedía ir al baño y se pasaba la clase allí encerrada, porque sus compañeros de nuevo, otra vez más, se burlaban, le tiraban gusanitos al suelo para que se los comiera, le tiraban del pelo... La niña no quería volver al centro». Belén pidió un acompañante para su hija. «Me lo denegaron, planteé que fuera solo a hacer los exámenes y tampoco; al final acordamos que estuviera tres horas en el centro y tres en casa... Y superó el curso, otro más».

Tercero y cuarto de ESO, en un nuevo centro, fueron más de lo mismo. «Porque ninguno es partidario de la integración, porque todo es una mentira; el sistema educativo no es más que una muestra de lo que es la sociedad, en la que rechazamos a todos los que no son como nosotros, a los que son diferentes, a aquellos a los que simplemente necesitan que se les eche una mano».

Belén ha llorado, ha pataleado, ha pasado por crisis de ansiedad y depresiones, ha decidido muchas veces no seguir, dejar a su hija en casa... Y descansar.

«Hay gente que se conforma, pero yo me he negado siempre... Desde el día que en primero de Primaria me dijeron que mi hija no necesitaba que le comprara los libros hasta hoy». Reconoce que lo más fácil es conformarse. «Pero yo me niego a creer eso que dicen muchos padres, que ya saben que sus hijos no van a conseguir nada en la vida. ¿Cómo es posible escuchar algo así?Me rebelo. Mi filosofía es que el cerebro es un músculo y hay que ejercitarlo, que si no lo usas se atrofia y que si lo haces no sabes hasta dónde puede llegar, que merece la pena explotarlo, que como padres tenemos la obligación de hacerlo».

Tercero y cuarto de la ESO fueron más de lo mismo para Inma y su familia. «Pero ya no cambié más de centro, seguí estudiando con mi hija, denunciando el acoso escolar que seguía sufriendo Inma... Logramos pasar los dos cursos y que mi hija sacara su título con una nota de ocho».

Inma, con su padre Juan Andrés, durante su viaje de fin de curso a París.

Este curso, con 16 años, ha empezado un ciclo de grado medio de Gestión Administrativa en otro centro docente. Y la lucha de Belén también ha seguido aquí. Aunque esta vez ha contado con el respaldo de la Asociación Nacional contra el Acoso Escolar. Así ha logrado que Inma pudiera participar, junto con el resto de sus compañeros, en el viaje de fin de curso que realizaron antes de Semana Santa. Con destino a Disneyland París. «Encarna García es la presidenta de la asociación y ha conseguido que la delegada de Educación en Badajoz llamara a la dirección del centro para decir que el viaje se hacía con mi hija o no se hacía».

Inma ha disfrutado de lo lindo en París.Lo ha podido hacer, finalmente, porque su padre la ha acompañado en el viaje. Y juntos han vivido una experiencia única y especial. «Mi marido dice que allí simplemente no la reconocía, que estaba feliz, porque ha sido una más, que al final es lo que necesita todo el mundo».

Cuando Belén e Inma acudieron a hacer la matrícula en el ciclo de Gestión Administrativa un docente les habló del viaje de fin de curso. Inma preguntó enseguida si ella podía ir y la respuesta fue que sí. «En octubre pidieron el dinero para el viaje, mi hija lo llevó pero no se lo cogieron».

Belén fue al centro y habló con los responsables de la organización. Le dijeron que su hija no podía ir, porque nadie se podía ocupar de ella. «Las redes sociales me ayudaron a buscar apoyos, porque hay otros más como yo... Y llegó Encarna García, que movió cielo y tierra, y mi hija fue al viaje; eso sí, como no había nadie dispuesto a estar un poco pendiente de Inma, ha ido mi marido, pero mi hija ya sabe lo que es un viaje de fin de curso».

La ayuda de la Consejería

Afirma que Disney ha sido solo otra batalla más y que aún le quedarán posiblemente otras muchas por librar. Pero asegura que mientras tenga fuerzas, ella las librará con y por Inma. «Mi hija tiene autismo sí, pero este no es el problema, sino el que los demás no la aceptan como es. Solo necesita que alguien la lleve algunas veces de la mano, ¿tan difícil es esto, tan complicado para sus compañeros, para sus familias, para los profesores...?».

Belén seguirá luchando por que esa mano se le tienda a su hija y aquellos otros que la necesitan. «Porque si de verdad se quisiera su integración en la escuela no estarían en aulas apartadas y muchos más podrían salir hacia adelante, porque en muchos casos no tienen problemas de aprendizaje, sino de relaciones sociales».

La Consejería de Educación asegura que tanto Inma como su familia han sido atendidas por la Unidad de Programas Educativos (UPE) de la Delegación Provincial de Badajoz, ofreciéndole alternativas educativas que favoreciesen su integración. «De hecho, tras su paso por el IESO Colonos de Gévora, se le propuso el cambio de centro al colegio Santa Teresa de Badajoz, que cuenta con un aula de secundaria especializada en alumnado con trastorno del espectro autista y personal especializado para ello».

Afirma, además, que una vez finalizado cuarto de Secundaria, la familia volvió a contactar con la UPE para que le aconsejara sobre las distintas opciones y optaron por que se matriculara en primero de Formación Profesional de Grado Medio –Gestión Administrativa– en el colegio Santa Madre Sacramento.

Más allá del caso de Inma, la Consejería garantiza que Extremadura asume la realidad de todos sus alumnos y que, por ello, la Administración educativa asume el compromiso de proporcionar respuestas diferenciadas y adaptadas a las necesidades de cada alumno.

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TDAH e infradiagnóstico en el sexo femenino

 

Nadeau inatentasTDAH en la mujer: por qué las chicas no son diagnosticadas

Escrito por Eunice Sigler. Traducido por la Dra. Elena Díaz de Guereñu

El TDAH no es un trastorno masculino. Pero las ideas erróneas y la ignorancia de los síntomas hacen que muchas mujeres con TDAH reciban un diagnóstico equivocado. A continuación, ofrecemos información experta sobre los síntomas de déficit de atención en las mujeres.

Desde las oportunidades profesionales a los ingresos o las relaciones de pareja, apenas hay algún campo en el que las mujeres no hayan hecho grandes avances en las últimas décadas. Pero cuando hablamos del diagnóstico y el tratamiento del Trastorno de Déficit de Atención (TDAH), a las mujeres les queda todavía un largo camino por delante.

Las mujeres tienen tanta probabilidad de tener TDAH como los hombres; las últimas investigaciones indican que este trastorno les produce una perturbación emocional aún mayor. Sin embargo, el TDAH se percibe aún como algo exclusivo de los varones y, en consecuencia, es más probable que las mujeres con TDAH no sean diagnosticadas (o sean mal diagnosticadas) y menos probable que reciban un tratamiento adecuado.

“El TDAH es aún considerado un trastorno masculino”, dice el Dr. Fred Reimherr, Director de la Clínica de Trastornos del Estado de Ánimo de la Universidad de Utah y autor de un reciente estudio que ha descubierto el impacto desproporcionado del TDAH en las mujeres. “Con mucha frecuencia, les habían diagnosticado otros trastornos emocionales, como depresión o ansiedad. Creo que un médico de adultos suele centrarse en estos síntomas. Una mujer llega con síntomas de un trastorno emocional y el TDAH subyacente puede ser olvidado”.

Niñas frente a niños

El infra-diagnóstico de TDAH en las mujeres tiene sus raíces en la infancia. Las chicas con TDAH tienden a esforzarse más que sus compañeros para contrarrestar y encubrir sus síntomas. Para seguir sacando buenas notas, están dispuestas a dedicar más tiempo al estudio o a pedir ayuda a sus padres, con más frecuencia que los chicos.

Además, las chicas suelen ser más complacientes y hacen todo lo posible para adaptarse al entorno, aun sabiéndose “diferentes”.

Los profesores suelen ser los primeros en identificar a los niños con TDAH. Sin embargo, muchos piensan en el TDAH como un trastorno masculino y tienden a identificarlo más fácilmente en niños que en niñas. Esto ocurre tanto en niñas con un TDAH hiperactivo (no puede estarse quieta), como inatento (sueña despierta) o combinado.

“Mucha gente tiene la idea errónea de que el TDAH es un trastorno de chicos hiperactivos de Primaria”, dice la Dra. Patricia Quinn, Pediatra del Desarrollo en Washington y reconocida experta en cuestiones de género del TDAH. “Aunque se vean determinados comportamientos, incluso disruptivos, las chicas siguen sin ser diagnosticadas.”

¿Quién diagnostica?

Kathleen Nadeau, Psicóloga Clínica, dirige una clínica privada en Silver Spring (Maryland), especializada en el diagnóstico y tratamiento del TDAH y trastornos del aprendizaje. Suele ver muchos casos de mujeres que llegan a sospechar que tienen TDAH después de luchar durante años para compaginar las responsabilidades de su trabajo, la casa y el cuidado de los hijos.

Algunas intuyen qué es lo que hay en la raíz de sus problemas cuando ven un reportaje sobre el TDAH en los medios de comunicación. Otras empiezan a pensar que tienen TDAH después de que un hijo suyo ha sido diagnosticado.

En cualquier caso, muchas mujeres acuden a la consulta de la Dra. Nadeau tras meses o años de frustración en que los médicos no han podido aliviar sus problemas.

“El diagnóstico más común que recibe una mujer antes del de TDAH, es el de depresión”, dice Nadeau. “Muchas mujeres llegan a mi consulta diciendo: “He estado en tratamiento durante años, me han diagnosticado ansiedad y depresión, pero sigo teniendo problemas.” Resulta desesperante, pues es un trastorno para el que hay tratamiento. No hay excusa.”

Según la Dra. Nadeau, muchas mujeres no son diagnosticadas porque los criterios médicos utilizados para diagnosticar el TDAH están obsoletos. Así, para considerar un posible diagnóstico de TDAH, el paciente debe haber experimentado síntomas significativos desde una edad temprana. Sin embargo, como los médicos están empezando a ver, muchas niñas con TDAH “vuelan bajo el radar” durante sus primeros años con el trastorno.

“La forma en que define el TDAH la Asociación Americana de Psiquiatría es absurda”, dice la Dra. Nadeau. “O sea, que si presentas cinco síntomas, no tienes TDAH, pero si presentas seis o más, sí que lo tienes.”

Historia de una madre

Rachael Hall es una mujer de 26 años, madre de tres hijos, que vive en Sandy (Utah). Pasó años luchando con la ansiedad y la depresión, sin saber por qué. Cada vez que algo le salía mal, reaccionaba de una forma exagerada.

Rachael, paciente de la clínica del Dr. Reimherr, recuerda que se vino abajo en su luna de miel porque no era capaz de descifrar las indicaciones para conducir hasta un lugar: “Le dije a mi marido: ¿Por qué no me abandonas? No valgo para nada”. Sacaba de quicio cualquier tontería. Y luego empezaba a sentirme culpable por ello y, cuanto más culpable me sentía, más deprimida estaba.”

El estrés de la maternidad puso las cosas aún peor. Cuando estaba embarazada de su tercer hijo, Rachael tuvo una crisis y fue hospitalizada por depresión. Los médicos le recetaron un antidepresivo. “No fue nada bien”, dice. “Hizo que nada me importase. Me lo quitó todo. No sentía felicidad, y tampoco sufrimiento.”

Tras el nacimiento de su hija, comenzó a experimentar frecuentes estallidos de ira. “Me encontraba bien y de repente, estaba gritando como una loca”, recuerda. “Era insoportable con las personas más cercanas. No podía más.”

Rachael pensó que quizá sufría una depresión posparto, pero su ginecólogo lo descartó, porque había pasado ya demasiado tiempo desde el parto.

Un día, vio el anuncio de un estudio sobre trastornos del estado de ánimo en la clínica del Dr. Reimherr y decidió tomar parte.

“Al principio me sentí decepcionada”, recuerda. “Le decía a mi marido: “Debo de estar tomando un placebo, porque no noto nada”. Luego, al empezar las segundas cinco semanas, noté la diferencia”.

Ella entonces no lo sabía, pero durante las segundas cinco semanas, estuvo tomando Concerta, un fármaco para el TDAH. Con la medicación parecía pensar “de una forma más lógica”. Era menos olvidadiza y menos inquieta. “Suelo tener mejor estado de ánimo”, dice. “Me siento bien. Ya no saco las cosas de quicio.”

Al continuar con el tratamiento, la relación de Rachael con su familia ha mejorado, y ya no se siente incómoda en actos sociales. “Siempre he sido la hiperactiva, la charlatana, el alma de la fiesta”, dice. “Soy una persona muy abierta, pero a veces llegaba a hacer cosas que me avergonzaban. Ahora puedo ser el centro de atención, ser divertida y gustar a la gente, pero no hasta llegar a ser molesta.”

Soportar la presión

La Dra. Nadeau dice que el caso de Rachael no es único, ni mucho menos. “La presión para que las mujeres sean organizadas, se autocontrolen y organicen a los demás es una expectativa social muy arraigada”, dice ella. “Las mujeres se sienten fracasadas si no pueden mantener su casa en orden. Esto pasa una enorme factura: tener que mantener las apariencias, luchar, pasar situaciones embarazosas. Cosas como “Olvidé recoger a mis hijos después de su entrenamiento, y se quedaron ellos solos allí esperando’ son un fracaso público que a las mujeres no se les suele perdonar. Si fuera un hombre, se diría “Claro, está tan ocupado que se le olvidó”.

La Dra. Quinn está de acuerdo y añade que el mismo hecho de que una mujer sienta que es “diferente” a sus compañeras es, a menudo, difícil de soportar.

“Aparece ansiedad, desmoralización y baja autoestima y se encuentra deprimida. Así que es dolorosamente consciente. Sufre de veras, pero sufre en silencio.”

Costes económicos y oportunidades perdidas

Por si los problemas emocionales no fueron suficientes, el TDAH también supone un coste económico significativo.

“Estás pagando constantemente por tu falta de organización y tus olvidos”, dice la Dra. Nadeau. “Pierdes tus gafas, así que tienes que comprar unas nuevas. Te ponen una multa de aparcamiento, ya que perdiste la noción del tiempo y el ticket caducó. Cosas así suceden constantemente en la vida de alguien con TDAH.”

Lyle Hawkins, de 59 años de edad y madre de tres hijos, siempre sospechó que tenía TDAH, pero no fue diagnosticada ni tratada hasta los 40 años. Lamenta todos esos años siendo etiquetada como perezosa y descuidada. Pero sobre todo, lamenta las oportunidades perdidas. Al acabar el bachillerato se casó, pero habría ido a la universidad si para entonces hubiera dispuesto de ayuda.

“Yo venía de una familia con estudios, en la que la educación era muy importante”, dice Hawkins, también paciente del Dr. Reimherr y también de Sandy (Utah). “Pero la universidad habría sido demasiado estresante. Cuando tienes déficit de atención, todo el mundo está en la página 10 y tú, en la página tres”.

Esperanza para el futuro

La comunidad médica está despertando al hecho de que el TDAH es un grave problema para las chicas, que a menudo persiste hasta la edad adulta, dice la Dra. Nadeau. Por el momento, cualquier mujer que sospeche que tiene TDAH debe aprender sobre el trastorno y consultar a un profesional especializado en este campo.

Para valorar los conocimientos de un médico sobre cómo afecta el TDAH a las mujeres, la Dra. Quinn recomienda preguntar qué libros ha leído sobre el TDAH en mujeres, a qué congresos importantes ha asistido y a cuántas pacientes ha tratado. Las credenciales de un médico importan menos que su comprensión y su experiencia al tratar el trastorno en las mujeres.

“Para muchas mujeres, su médico de cabecera, si trata el TDAH en adolescentes mayores, puede ayudarlas”, dice Quinn. “En general, los psiquiatras o los terapeutas son los que están mejor preparados para diagnosticar el trastorno en las mujeres”.

Si una mujer se siente deprimida, es lógico que el médico diagnostique una depresión y la trate. Pero si hay razones para creer que hay otros problemas (o si la procrastinación, los problemas de gestión del tiempo y el olvido persisten, pese al tratamiento para la depresión), también es lógico cuestionar ese diagnóstico, y seguir cuestionándolo hasta que se consigan aliviar los síntomas.

¿Debería cambiar de médico? La Dra. Quinn dice: “Debe cambiar si no le escucha, no reconoce su opinión o no la respeta.”

Incluso cuando el diagnóstico llega a una edad tardía, las mujeres saben sacar provecho de ese conocimiento. Lyle Hawkins, de 59 años de edad y madre de tres hijos, reconoció en sus hijos muchos de sus propios comportamientos TDAH. Como no quería que pasasen por lo mismo, Lyle se aseguró de que recibieran un diagnóstico precoz. “Si no hubiera sido yo su madre” dice, “les habría pasado inadvertido.”

Fuente:

http://tdahvitoriagasteiz.com/

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