Manuel Rodríguez G.
Conocí a Sara H. a últimos del año 2006, al coincidir en un magnífico curso sobre TDAH, impartido por el excelente psiquiatra infanto-juvenil y excepcional persona, Joaquín Díaz Atienza.
Desde el primer momento tuve mucho afecto a Sara, dado que, como cuenta en la siguiente entrevista, su inatención era de “escándalo” o como expresa ella, “de libro”. Ese exagerado despiste coincidía plenamente con los síntomas de inatención de mi hija, por lo que también me transmitía bastante ternura. He de decir que Sara era la típica alumna que se dejaba querer por todos, dadas sus cualidades humanas.
Ha pasado demasiado tiempo desde que coincidíamos en ese estupendo curso, así como en los foros y la página web dirigida por Joaquín (Tdahalmeria). En cualquier caso, Sara es de esas personas que tienen una impronta que jamás pasa desapercibida, como la que siembra un buen amigo.
Curiosamente, a día de hoy, y aunque a veces la he saludado e incluso preguntado por viejas amistades a través de las redes sociales, ella no ha contestado, lo cual, conociendo su acusado despiste, a mí no me produce ni perplejidad ni mucho menos decepción, ya que ella es así: básicamente muy despistada, pero también y sobre todo, una gran persona. Y eso, hoy día, es de gran valor y digno de ser recordado.
Un abrazo, estimada Sara
En primera persona: "Siempre eras la tonta de la escuela"
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Sara, una catalana de 48 años, cuenta su convivencia con el TDAH que le diagnosticaron hace siete.
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Sus dos hijos y su hermano también tienen el trastorno.
Sara. 48 años. Badalona. Fue diagnosticada en el Hospital Vall d'Hebron. Sus dos hijos también lo tienen.
“Tenía cita en el médico con mi padre, lo apunté dos veces. A las once y media fuimos para allá, y resulta que era a las diez y media”. Así ejemplifica Sara lo que es su día a día habitual. Y así, con todo. Con las reuniones, con las facturas...
Su caso es de los “de manual” en el diagnóstico tardío del TDAH. Tanto, como que no lo vio hasta que tenía 41 años. En ese momento, a su hijo, entonces con siete, se lo detectaron. “Yo me vi reflejada perfectamente en todos sus síntomas de déficit de atención, y por eso acudí a la consulta”. Su hijo mayor también fue diagnosticado tarde, a los 21.
“Me agobiaba por todo, se me olvidaban las cosas. Iba a hacer la comida y primero se me olvidaba un pimiento, después me faltaba la cebolla...”, ejemplifica. Pero lo peor era verse incapaz de ayudar a sus hijos con sus problemas en la escuela. “El pequeño tenía muchos conflictos y problemas en clase, dificultad con las tareas, pero como yo tenía el mismo problema sin saberlo, no le podía ayudar tanto como quisiera. El paso a cuarto de la ESO fue un infierno para todos en esta casa”, recuerda, sin ocultar sus críticas a la falta de sensibilización en los centros educativos. “Todavía creen que no hacen las cosas porque no les da la gana. Y eso también te rebota a tí, porque dicen que no les ayudas..”
Sara comenzó entonces a identificar unos síntomas propios que había padecido desde pequeña, sin que nadie le prestase la mínima atención. “Sientes que eres la tonta de la escuela. No te quedas con las cosas en el colegio, era muy desorganizada. Te decían que eras un desastre y que no valías para nada, y tú te lo creías, claro”, cuenta. Ese fracaso derivó en una baja autoestima de la que todavía le cuesta sobreponerse y en una depresión de la que arrastra secuelas. Antes del diagnóstico, optó por la automedicación. Tomaba ginseng y otros suplementos naturales para aliviar el estrés. “Te echas la culpa a tí de todo, de que eres un desastre, y vas recaída tras recaída”
Cayó en manos del doctor Ramos, del Hospital Vall d'Hebron, y vio la luz, como ella dice. Ahora trata de recuperar su vida, aunque muy poco a poco, intentando hacer frente al estrés “Lo llevo mejor gracias al tratamiento”, afirma, animando ante la primera sospecha a acudir al especialista. Su trastorno le ha hecho desarrollar un “ojo clínico” para ver el TDAH en los demás “Los ves venir de lejos”, asegura.
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1 comentario:
Yo no lo tengo diagnosticado, pero mi hijo sí y me pasó como a ti... me he visto reflejada desde la niñez... además lo veo tan claro en los demás... aunque a veces tengo la sensación de que soy poco "modesta" o peco de sabelotodo, al creerme a la altura de un profesional... pero bueno...
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