Hace unos días, observo a mi hijo sentado en su cama, como pensativo e incluso abatido. Le pregunto: "¿te ocurre algo,tesoro?", mientras me siento a su lado. Él me contesta: "Que siento que mis amigos, no son amigos". "¿Y por qué piensas eso?"- le pregunto - haciéndome la tonta, como queriendo quitar importancia a lo que sea que le hace pensar de ese modo. Él me responde:"Porque me excluyen de sus cosas, no me cuentan sus secretos y aunque juegan conmigo, siento que no me tratan como se tratan entre ellos".
Me quedo sorprendida ante esa percepción tan clara que tiene de una situación, que tal vez este ocurriendo. Continua diciéndome: "A veces se burlan de mi y me pegan, ¿por qué si son mis amigos?. Yo no me burlo de ellos y mucho menos les pegaría, por eso pienso que no son mis amigos de verdad".
Yo trato de normalizar un poquito la cosa. Le digo que a veces los chicos suelen pelearse y hacer alguna burla, que no pretenden hacerle daño, que no todos tienen su gran corazón y que aunque lo que hacen esta mal, no es por que tengan nada en su contra, sino mera diversión, mala diversión, pero que seguramente ese debe ser el motivo.
Yo trato de quitarle hierro al asunto, porque este es un problema que tiene muy difícil solución, después de estar durante cinco años, hablando con profesores, encargada del comedor, tutores, madres de otros niños...etc. Me he dado cuenta que nada puede hacerse;es muy triste, pero es la verdad.
En el colegio están constantemente pendiente de Dani, en cuanto algún niño se mete con él o le pegan le hacen un parte y a los cinco partes le abren un expediente. Por ese lado no me puedo quejar, después de tantas quejas he conseguido que estén en ello, pero esa no es la solución, porque no evita que siga ocurriendo.
No podemos obligar a nadie a que sea amigo nuestro o que nos aprecie; y mucho menos a un niño.
Creo que la solución definitiva radica en una educación, desde muy pequeñitos, basada en la tolerancia y la buena voluntad, en respetar y aceptar a todos tal y como son, entendiendo que no todos te caerán bien, pero no por ello hemos de burlarnos de ellos, haciéndoles practicar la empatía. Es muy difícil hacer entender a niños todos estos valores. Luego, con los años lo van aprendiendo y comprendiendo, tomando mayor consciencia de sus actos, pero a los nueve o diez años esta madurez de sentimientos es muy difícil, sobre todo porque muchas veces los adultos damos malos ejemplos.
Es muy difícil para una madre ver cómo su hijo se siente excluido y herido y no poder ayudarle. ¡Me siento tan impotente!
Hoy me siento un poco triste y abatida, derrotada incluso, pero me levantaré y seguiré caminando y luchando siempre, aunque a veces no sepa en qué dirección debo caminar.
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