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TDAH positivo. Otro punto de vista

 

Actualmente, el Trastorno por Déficit de Atención con/sin Hiperactividad es bien reconocido en todo tipo de ámbitos, ya sean profesionales (medicina, educación, psicología, pedagogía,...) o no. Este reconocimiento se debe, en parte, al gran auge que ha sufrido a lo largo de los años;  pero, a pesar de su evolución en cuanto a denominación y características se refiere, el término TDAH sigue siendo conceptualizado como "algo negativo":

El TDAH fue mencionado por primera vez en 1902, por George Still, en unas conferencias donde describía casos de niños cuya conducta era descrita como: perturbadora, "sin freno", con marcada falta de atención, sin atender a las consecuencias de sus actos, agresiva, excesivamente emotiva,... Still llamó a este tipo de niños: "niños con déficit en el control moral".

Entre el 1917-1918, una epidemia de encefalitis en EE.UU. que provocaba los mismos síntomas conductuales mencionados por Still, llevó a los científicos Strauss y Lehtinen a acuñar el término: "Daño cerebral infantil" y, posteriormente, "Disfunción cerebral mínima". La razón de esta terminología fue la asociación de las secuelas provocadas por la epidemia (principalmente en el córtex prefrontal) y los síntomas del síndrome antes descrito por Still.

En 1937-1941 el doctor Bradley mostró que las amfetaminas reducían los síntomas conductuales del síndrome, mejorando notablemente el comportamiento de los niños afectados.

En los años 50 se consolidó la idea de un déficit en el SNC como causa del síndrome, pero fue a mediados de los '60 cuando se empezó a poner en duda el concepto de DCM (disfunción cerebral mínima) como base congénita de sus manifestaciones; con lo cual, dicho término, dió lugar a otras etiquetas que hacían hincapié en las las conductas observables del síndrome. De este modo, autores como Chess (1960) lo denominó "trastorno hiperkinético" (denominación que sigue vigente en la CIE-10) y, en 1971, Wender encontró tres déficits principales en el síndrome, que se aproximaban a las que, hoy en día, son conocidas como las tres grandes áreas donde subyacen las diferentes manifestaciones del TDAH.

Podríamos decir que la autora que acuñó el término "TDAH" fue Virginia Douglas, que realizó diferentes investigaciones con niños hiperactivos, llegando a la conclusión de que éstos tenían grandes dificultades para mantener la atención sostenida (Test CPT) y una baja tolerancia a la frustración (inclinación a buscar refuerzos inmediatos).

A partir de estas investigaciones, en 1980 apareció, por primera vez en el DSM-III, el "Trastorno por déficit de atención", presentando como principales síntomas la dificultad para mantener la atención sostenida y el déficit en el control de los impulsos, y pudiéndose dividir, a su vez, en TDA+H o TDA-H (reconvertidos por el DSM-III-R en dos tipos de un mismo trastorno).

Actualmente, las investigaciones neuropsicológicas concluyen que el núcleo del trastorno es el déficit en el control de impulsos, causado por un inmaduro desarrollo de la función ejecutiva (Russell Barkley), y hablan de su cronicidad, poniendo de relive sus diferentes manifestaciones según la etapa evolutiva en la que se encuentre el afectado. Así, según el DSM-IV, el TDAH es un conjunto complejo de manifestaciones diversas, con un patrón estable, que se agrupan en tres áreas como son la falta de atención, la hiperactividad y la impulsividad. Es un problema heterogéneo donde podemos encontrar diferentes perfiles tanto entre los indicadores primarios como en las manifestaciones secundarias o problemas asociados (a nivel académico, emocional, social...) (DSM-IV). A partir de aquí, ya hablaríamos de los diferentes criterios diagnósticos, según el DSM-IV y la CIE-10, necesarios para el diagnóstico del trastorno, así como sus posibles comorbilidades con otros trastornos como ansiedad, depresión, trastorno negativista desafiante...

El objetivo de esta aproximación histórica al TDAH es el de situarnos en la concepción de dicho trastorno, según el modelo cognitivo-conductual, desde el que se han establecido la mayor parte de terapias eficaces para su tratamiento. De este modo, el tratamiento bien establecido para el TDAH es la terapia combinada, es decir, el tratamiento farmacológico (psicoestimulantes para reequilibrar los neurotransmisores dopaminérgicos y noradrenérgicos) junto a la terapia cognitivo-conductual y la reeducación de los aprendizajes escolares (en el caso de niños con trastornos de aprendizaje o bajo rendimiento escolar) simultáneamente. Desde este marco conceptual, el tratamiento eficaz para el TDAH es aquel que cuenta con el abordaje terapéutico por parte de: los padres, la escuela y los profesionales de la salud.

El TDAH es un trastorno que ha ido "creciendo", a lo largo de su evolución, en lo que se refiere a la cuantía de diagnósticos, a nivel de investigación y de divulgación científica,... y, por lo tanto, su tratamiento, así como sus características, ha ido evolucionando.

Pero... ¿qué ocurría hace años con los niños "hiperactivos y distraídos"? Según la mayor parte de TDAH adultos, no diagnosticados en su etapa escolar, durante su infancia fueron calificados como: movidos, tormentosos, difíciles, "malos", gamberros, rebeldes, "tontos", despistados, mal educados, "balas perdidas", malos estudiantes, irresponsables,... y muchos términos más, generalmente peyorativos. Muchos de estos niños tuvieron una adolescencia problemática probablemente debido a que el TDAH no identificado, juntamente con las dificultades propias de esta etapa, los convirtió en una "bomba de relojería", incrementando la impulsividad, la falta de habilidades sociales, la desmotivación...y llevando a un alto porcentaje de ellos al fracaso escolar. El TDAH diagnosticado en la adultez suele ir acompañado de una baja autoestima, miedo al fracaso, ansiedad, depresión,... y otros problemas emocionales y trastornos, comórbidos al TDAH y/o consecuencia de un desarrollo personal marcado por la inseguridad y la falta de autoeficacia personal.

Por otro lado, la realización de un diagnóstico precoz lleva al establecimiento de unas pautas educacionales adecuadas para estos niños, a la regulación neurobiológica de sus neurotransmisores mediante los psicoestimulantes y a una "supuesta" adecuación a sus necesidades por parte del profesorado escolar. Pero, aún así, la etiqueta de TDAH ha dado lugar a un prototipo totalmente estereotipado de niño, por lo que, el hecho de tener (que no es lo mismo que "ser") TDAH hace que, sistemáticamente, se le atribuyan a la persona una serie de características sesgadas, propias de una categorización errónea. De este modo, el niño con TDAH sigue siendo "malo", despistado, molesto, tormentoso, rebelde, mal estudiante,...

Ante esta inclinación pesimista de la psicología, dedicada principalmente a investigar y tratar las características negativas de los trastornos y dejando de lado lo positivo de éstos, surgió la psicología positiva:

"La psicología positiva estudia las bases del bienestar psicológico y de la felicidad así como de las fortalezas y virtudes humanas. Tradicionalmente la ciencia psicológica ha dedicado mucho esfuerzo a estudiar los aspectos negativos y patológicos del ser humano (ansiedad, estrés, depresión, etc), dejando de lado a menudo el estudio de aspectos más positivos como, por ejemplo, la creatividad, la inteligencia emocional, el humor, la sabiduría, la felicidad, la resiliencia, etc. Este enfoque es denominado también por algunos autores como salugénico. El impulso definitivo para la creación de la psicología positiva fue dado por el Prof. Martin Seligman de la Universidad de Pennsylvania y antiguo Director de la Asociación Americana de Psicología. A finales de los años 1990 este conocido investigador, tras destacar la necesidad de investigar de forma decidida los aspectos saludables del ser humano, propuso la creación de la psicología positiva como corriente específica dentro de la psicología, y contó para ello con investigadores de gran renombre como Mihaly Csikszentmihalyi." ("El estudio científico de las fortalezas trascendentales desde la Psicología Positiva." ML Martínez Martí - Clínica y Salud, 2006 - SciELO España).

La psicología positiva ha ayudado a promocionar nuevas terapias enfocadas a potenciar y enfatizar las competencias de las personas. Un ejemplo de este tipo de terapias innovadoras, enmarcada en el campo de la musicoterapia, es la llamada: "Batería como medio para la socialización y la comprensión de las emociones de personas con TDAH" (Altamirano Javier, "TDAH positivo"), la cual utiliza la batería como herramienta de un tratamiento específíco y eficaz. El objetivo de este método es fortalecer la inteligencia emocional y potenciar los puntos fuertes de las personas con TDAH, apostando por el interior de estas personas.

Los niños diagnosticados de TDAH, además de los síntomas citados anteriormente, poseen una notable hipersensibilidad. Desde este punto de vista, se intenta ver al niño hiperactivo como dinámico y enérgico, sustituyendo la impulsividad por la creatividad y espontaneidad, y, por último, el déficit  de atención como un intento por  disminuir su individualidad. Teniendo en cuenta que la capacidad cognitiva de estos niños suele ser normal-alta, llegando a presentar cocientes intelectuales por encima de 120, podemos deducir que, del mismo modo que los niños que poseen altas capacidades, necesitan una estimulación cognitiva constante que les ayude a superar su frustración ante el aburrimiento y que potencie su capacidad perceptiva (suelen captar, procesar be interiorizar bla información mediante diferentes fuentes simultáneamente).

Estudios científicos afirman que el papel de las emociones es clave para un buen funcionamiento del cuerpo humano; icluso se ha llegado a demostrar, mediante distintas pruebas, que pueden llegar a transformar nuestro cuerpo. De este modo, mediante las técnicas usadas para aprender a tocar la batería, se puede ayudar al niño a controlar los síntomas negativos, al mismo tiempo que se potencian los aspectos positivos. La música aumenta la motivación y la creatividad, puede utilizarse como material y método educativo, resultando un complemento terapéutico que mejora la adherencia al tratamiento y puede ayudar a reestablecer las capacidades psicofísicas del paciente. Algunos de los beneficios de la musicoterapia:

- Aumento de la comunicación y la expresividad, favoreciendo el desarrollo emocional.

- Mejora de la percepción y la motricidad.

- Equilibrio psicofísico y emocional.

- Mejora de las respuestas psicofisiológicas.

"El niño es un ser creativo y musical, ya que posee su propia música que expresa mediante el ritmo de las melodías naturales, acompañándolo con su expresión corporal. La música funciona como vía de acceso de los sentidos, que facilita y posibilita el aprendizaje" (Vaillancourt G).

"La aplicación de la musicoterapia constata que muchos niños han mejorado considerablemente las condiciones asociadas a su discapacidad" (J.Lacarcel Moreno, 1995).

"Vibración, música y resonancia, su influencia en el ser humano: el ritmo influye a nivel fisiológico, la melodía incide en las emociones y en los pensamientos, y la armonía afecta a nivel físico, emocional, mental y espiritual" (Ted Andrews). 

A las personas con TDAH, la batería les proporciona la actividad que demandan y les exige, al mismo tiempo, una atención selectiva y sostenida (aumento de la concentración y de la capacidad de retención) que se encubre con el placer que les supone el proceso creativo. Por otro lado, ayuda a activar los dos hemisferios cerebrales (hemisferio derecho [asociado a la emoción, la capacidad artístico-musical y espacial] y del hemisferio izquierdo [relacionado con el lenguaje y las operaciones lógicas]), estimulando la conexión entre el mundo interior y el mundo exterior. Por último, aumenta su expresión emocional (reduciendo la ansiedad y la impulsividad), incrementa su capacidad de autocontrol y mejora su autoestima. 

Así pues, el uso de la batería (como instrumento ilustrativo de los beneficios de la musicoterapia) produce unos efectos terapéuticos en personas con TDAH, mejorando la función ejecutiva, la memoria a corto plazo (MCP) y el aprendizaje por un lado, y equilibrando sus emociones, por el otro.

La evidente eficacia de la musicoterapia, la convierte en un factor clave como terapia adyuvante al tratamiento farmacológico y la psicoterapia. No obstante, del mismo modo que en la psicoterapia (modificación de conducta), el objetivo fundamental de la musicoterapia es la generalización de los aprendizajes a otras áreas vitales de la persona; pudiendo ser ellos mismos quienes desarrollen los nuevos aprendizajes en otros ámbitos y sin necesidad de tener la batería como medio para llegar a un estado mental y emocional adaptativo (interiorización activa).

"Hemos modificado tan radicalmente nuestro entorno, que ahora debemos modificarnos a nosotros mismos para poder existir dentro de él" (N. Wiener, 1894-1964).

En conclusión, el TDAH visto desde un punto positivo enfatiza las aptitudes de las personas, sin obviar  los síntomas que caracterizan al trastorno. Este enfoque, junto con las diferentes terapias provinientes de la psicología positiva, resulta óptimo como tratamiento adyuvante de los síntomas del trastorno; siendo los beneficios obtenidos, relevantes para la buena adaptación del niño a los diferentes ámbitos en los que se desenvuelve. Finalmente, el "TDAH positivo" resulta de especial interés dentro del contexto educativo, con el propósito de mejorar la adaptación social, así como el rendimiento académico y la inclusión de los niños con TDAH.

Judith Anton y Javier Altamirano

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