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“Anamnesis socio-educativa” a un especialista médico (Visiones de un padre)

 

(El siguiente escrito se realizó en el 2º trimestre del curso 2007/2008, cuando mi hija asistía a 5º de Primaria, en el colegio Rodríguez Cruz de mi localidad y ya manifestaba claros indicios y manifestaciones de seguir sufriendo aislamiento, discriminación, burlas y, en definitiva, acoso escolar … )

 

S., al día de hoy, es una niña triste, aunque a veces parece presentar normalidad o sencillamente seriedad. De todos modos llora con relativa facilidad, ante motivos o situaciones que, en principio, no tienen demasiada importancia o que aparentemente no deberían dar lugar a ese desconsuelo. La suspicacia y el grado de sensibilidad ante circunstancias que, en general, no deberían dar lugar a esos llantos y tristeza está ocasionada principalmente por un desgaste psicológico que tiene su origen en las muy malas experiencias con sus iguales, especialmente en el contexto escolar, donde lejos de haberse integrado y haber sido apoyada e izada por compañeros y profesorado, se le ha menospreciado, excluido y aislado sistemáticamente por esas inhabilidades inherentes a su déficit atencional y a esa pobre respuesta para una eficaz puesta en marcha del desarrollo en destrezas y habilidades sociales, lo que le ha sumido cada vez más en una baja autoestima, frustración creciente y una previsión personal de sus posibilidades personales y emocionales muy por debajo de su potencial, siendo las expectativas personales de la niña muy deficitarias y pesimistas, dado ese enquistamiento y esas experiencias y apoyos muy pobres.

Esa desilusión personal motiva aún más esa infelicidad y acrecienta ese desgaste psicológico negativista y poco alentador para la niña, por lo que su grado de retos personales para intentar sentirse en la línea de sus hipotéticas posibilidades, se ve muy mermada y relegada a ese estado ansioso-depresivo, dada la cada vez menor motivación e ilusión por las situaciones implícitas que corresponderían a su edad y etapa evolutiva.

Esa desmotivación, retraimiento, desinterés e indiferencia, por tareas, que incluso ante le entusiasmaban y le hacían disfrutar, le causa una situación de incomodidad o malestar que ni ella misma sabe describir, pero que desde hace mucho tiempo presagia su decaimiento cada vez más acentuado, siendo incluso a veces incapaz de no sólo describir tal situación, sino de solicitar ayuda a quienes colaboramos con ella, como si estuviese perdida y desorientada.

Su, frecuente, respuesta ante la falta de comunicación con niños de su edad, expresando que no sabe de qué hablar con los demás, indica un grado de retraimiento social muy acentuado y que debería disparar la alarma que llevo señalando desde hace demasiado tiempo (más de dos años) para que esta niña no caiga en un estado muy grave de depresión, ansiedad y en definitiva malestar psicológico y emocional, que posteriormente será muy complicado tratar; entre otras cosas por la ineficacia de psicoterapias, clima y desarraigo en su contexto escolar principalmente, como así viene señalándolo desde hace varios cursos la propia niña.

A nivel cognitivo, a S. se le ve mucho más despistada, si cabe que en circunstancias en que ese caldo de cultivo polucionado y dañino en su entorno escolar deja de interferir, como pueden ser las vacaciones. A ese incremento de su inatención hay que añadirle el bloqueo cognitivo que a menudo ha presentado en este curso, donde tareas y asignaturas que relativamente se le daban bien han hecho que en muchas situaciones, aunque la niña lo deseara han interferido notablemente para que esa concentración en actividades concretas hayan sido vanas, a pesar aún del esfuerzo por realizarlas.

Esa sensación de impotencia, inutilidad y seguramente fracaso personal con recursos que ante manejaba adecuadamente también han contribuido a ese derrumbe psicológico, no siendo extraño que situaciones como esa dieran lugar a llantos, que desgraciadamente eran alimentados por afirmaciones tan lamentables por parte del profesorado como que ese llanto era la respuesta que S. creaba para salirse con la suya y conseguir objetivos. Desesperante como poco cuando en ese estado de desesperanza, desvinculación y, no olvidemos, total soledad, la niña tenía que aportar su explicación racional y comentar su déficit atencional y sus problemas a toda una clase de niños, maestro incluido, como opositando a ser entendida y no excluida, marginada y tildada de lela, vaga o tonta, aunque tampoco hay que descartar su fatiga física-psíquica para realizar las tareas por esa falta de motivación en su contexto y ese decaimiento generalizado.

Característica a resaltar y que vengo señalando desde hace tiempo es su involución madurativa en etapas o situaciones críticas, como respuesta a una especie de defensa ante lo que la niña interpretaría (ella y muchos adultos como el que escribe) como refugio ante tanta incomprensión y que no sabe como atajar.

Asimismo es notable el enlentecimiento que se acentúa en ella, ante este estado, siendo su velocidad de procesamiento en muchos momentos más cercana a lo que se conoce como sluggish cognitive tempo que a una lentitud intrínseca de algunos sujetos, habiendo sido casi siempre la última en acabar cualquier actividad en clase, quizás por la escasa habilidad para procesar adecuadamente la información. Por ello le cuesta en exceso, en momentos como los que sufre, realizar tareas en las que se requiere o necesita de una cierta agilidad mental, incluidas evocar narraciones imaginarias o de fantasía, siendo muy pobre, como ya anoté en diversas ocasiones, su expresión oral y escrita, así como su creatividad en cualquier texto; no digamos ya su falta de soltura o manejo de la expresión en sus distintas facetas. Asimismo esa pasividad que le caracteriza parece ser un presagio de que ha tirado la toalla y comienza a flaquear e incluso a perder su, hasta no hace mucho correcta, asertividad.

Por otro lado su mala memoria de trabajo selectiva, así como su dificultad para seleccionar de modo rápido lo que en cada momento importa, a veces parecen acrecentarse, siendo muy difícil hacer que la niña comente situaciones o evoque hechos recientes, como las tareas de clase realizadas en esa misma jornada. Baste ver el grado de omisiones, típicas en niños inatentos como lo que a continuación copio literalmente de un resumen realizado en casa como tarea escolar encomendada (y que ya le fue enseñado):

“Esta historia trata de una niña llamada Geni.

Un fue a de su abula.

La abula de Geni estaba sorda y le tuvo que hacer un gesto para saber que se iba a salir.

Fue a visita Junito que era muy pequeño.

La madre de Junito que se llamaba Rosa estuvo hablando con Geni sobre Junito como comia, como estaba de salud …, ect.”

 

(Lo más grave es que, aún no siendo tan evidentes ni tan escandalosos los errores por omisión, generalmente, las notas en la asignatura de Lengua han sido en su mayoría de sobresaliente, no bajando nunca de notables, especialmente en el primer trimestre. (Claro indicativo de la “objetividad del sistema escolar” en toda esta parafernalia institucional, en la que parece ser más interesante engordar notas y bajar su C.I. para dar la imagen de que S. no necesita apoyos cara a su currículo escolar y que su déficit atencional es prácticamente nulo o muy leve).

Otro punto a destacar es la presencia, de nuevo, de pesadillas como ya le sucedió a principios y a finales del curso 2006/2007; comentada en otros escritos y relacionados con sus compañeros de clase y su tutor. En esta ocasión han comenzado de nuevo, a partir del segundo trimestre de este curso 2007/2008, coincidiendo con el proceso sistemático de burlas y exclusión a que ha sido sometida la niña, muy pronunciados en los tres últimos meses de clase. Además de estas pesadillas, a menudo le costaba conciliar el sueño, los cuales eran muy ligeros, siendo reacia a levantarse voluntariamente a la hora de ir al colegio, quejándose de haber dormido poco, entre otras cosas.

A nivel somático, comentar que entre las molestias que a menudo ha indicado la niña están las molestias estomacales, nauseas, dolor de cabeza, nuca y cuello, rigidez de esa zona corporal, así como un pronunciamiento de picores o dermatitis atópicas (éstas aún presentes al día de hoy).

Respecto a su cada vez mayor aislamiento y soledad respecto a los demás, interpreto que no es difícil entender que, independientemente de su dificultad para estar atenta, sobre todo cuando la motivación es escasa o nula, se produce una cadena en la que al no comprender, perder y no procesar cierta información, además de seguramente su escasa habilidad para expresar lenguajes internos como gestos, miradas, expresiones faciales e incluso expresiones del lenguaje; amén de sus negativas experiencias personales con otros niños de su edad, desde que está escolarizada, todo ello da lugar a que falle en la empatía con los demás. Ese intento que se ha venido produciendo desde siempre y que ha ido dando lugar a fallos reiterados en la comunicación e interacción con otros niños esenciamente, hace que finalmente la niña no persista en volver a insistir e intentar establecer relaciones sociales. Con ello pierde el interés y por consiguiente apenas intenta interaccionar. Finalmente da por perdida toda iniciativa de interacción activa, por su fracaso prolongado y no haber sido apoyada en haber tenido posibilidades reales para lograr adecuadamente una correcta transmisión comunicativa, en todos los órdenes. Esto, nos suene extraño o no, debería ser parte del famoso curriculo escolar; de ahí las necesidades de adaptación hacia estos niños en su contexto, fundamentalmente escolar.

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