Los dos ejemplos que traemos a escena, pertenecientes a Fco. Javier Lozano, maestro y pedagogo (Zaragoza) dan una idea fundamental y sirven de modelo de lo que un buen enseñante debe realizar en ese terreno fértil y virgen que constituye el aprendizaje escolar; más aún en alumnado que por sus características necesita un abono extra, unas necesidades educativas específicas para cimentar la ilusión por aprender, por izar esa autoestima que muchos niños tienen a veces demasiado minada, pues como en el efecto Pigmalion, necesitan el reconocimiento y aprobación de sus conductores académico- curriculares; es decir un buen maestro que estimule y motive a través de pequeñas invitaciones a conseguir unos logros que sin apoyo anímico difícilmente conseguirían, dada la elevada frustración de muchos de estos aprendices.
Sin duda alguna el apostar por estas semillas, arando idóneamente el terreno es probablemente el primer paso para un cultivo ecológico vital y así hacer frente al desencanto generalizado y por ende fracaso anunciado de tantos y tantos estudiantes nada motivados.
Felicidades Fco. Javier; a ti y a esos alumnos que seguro te recordarán como un docente muy decente y digno de ser admirado.
Colegas de este enseñante: tomen nota. Somos muchos los que creemos que, desgraciadamente, no es habitual encontrar a este tipo de verdaderos profesionales implicados en esta noble tarea. Tomen nota y propicien la individualidad de la diversidad para fomentar una atención educativa eficaz, a la vez que se cubrirán de una verdadera autoridad y modelo a seguir…
Lo dicho mi enhorabuena para este maestro y sus alumnos que se sienten cómplices con su valiosa labor.
Otra gotita de alegría
Después de una larga mañana, suena el din don que señala que nos vamos a casa. Los alumnos de 2º de la ESO recogen rápidamente el control de matemáticas y sus cosas para salir a toda prisa para la calle. Una chica, al final, se levanta y viene hacia mí. ¡No me sale! Yo sé que lleva muchos días trabajando, preguntando dudas y simplemente algún despiste, un fallo clave en la resolución del sistema de ecuaciones puede dar al traste con todo su esfuerzo. La animo a seguir ¡Pero si no me sale! no me va a salir, lo he repasado muchas veces. Sus amigas le apremian para que termine. Les pido que la esperen fuera para que no se ponga nerviosa. La niña me mira y me pide que, mientras lo repasa, me ponga a su lado. Le hago caso. Me mira, le digo que hay un fallo en las operaciones sin señalarle donde. Lo encuentra, sonríe y me vuelve a mirar. Es que me falta otro. No te preocupes, sigue, no te preocupes por el tiempo. Da la vuelta a la hoja y lo veo casi terminado. Es que no se puede dividir. Le pongo cara de incredulidad, se vuelve hacia una facción, la revisa y sale 2. Lo termina, remarca el resultado, levanta la cabeza, me vuelve a sonreír y suelta un gracias que le sale del alma. Pero si no te he dicho nada, no te he ayudado. ¡Jo, que no! Salimos los dos, se va con sus dos amigas y se vuelve un par de veces a saludarme repitiendo ese gracias que le sigue saliendo de muy adentro. Son más de las dos y cuarto, tengo hambre y en casa me esperan para comer. Nadie pregunta por mi retraso, saben que estas cosas son algo habitual, como el gesto de quitarme el abrigo al llegar. Cuando más cansado estaba, otra gotita de alegría me ha arreglado la mañana.
Entrenando para ser profe de “mates”
Un mañana más comienza la clase de matemáticas en el grupo de 2º del PAB (Programa de Aprendizaje Básico) donde, a un ritmo más lento que el resto de los grupos de la misma edad, trato de que los alumnos aprendan al máximo posible de acuerdo a sus posibilidades. Cuando ya llevamos unos días haciendo ecuaciones, Víctor, decide que ya está listo para hacer un pequeño control que nos dé idea de sus avances en la materia. Lo realiza mientras los demás esperan el momento de hacerlo que sólo ellos decidirán cuándo ha llegado. Tal vez hasta una semana más tarde. El control, un éxito. Pasados un tiempo se lanza a por el siguiente que es de sistemas de ecuaciones, en las mismas condiciones. Vuelve a hacerlo impecable. A Víctor le planteo seguir con otro tema y me pide, con su autoestima por las nubes, ayudar a sus compañeros para que hagan bien lo que él ya ha hecho. Viendo que las cosas le van bien y que los compañeros le valoran me dice… “es que estoy entrenando para ser profe de mates”. ¿No es para estar contento del y por él crío? Yo, lo estoy.
Fuente vídeo: http://il.youtube.com/watch?v=LsWyfVFHnBw&feature=related
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