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Entrevista a la Dra. Isabel Orjales

 

Dra. Isabel Orjales Villar

Dra. Isabel Orjales Villar

Doctora en Pedagogía y Master en Educación Especial.

Es Profesora de la UNED y forma parte de un equipo de investigación sobre “Memoria operativa, Déficit de Atención e Hiperactividad Infantil”.

Ha centrado su actividad en los niños con déficit de atención y/o hiperactividad y en la formación y orientación para padres y profesionales de este colectivo por lo que colabora con numerosas asociaciones.

Es autora y coautora de numerosos libros al respecto entre los que podemos destacar:

"Claves para Afrontar la Vida con un Hijo con TDAH: Mi Cabeza es como si Tuviera Mil Pies". Pirámide. 2009.

"Programas de Intervención Cognitivo-Conductual Para Niños con Déficit de Atención con Hiperactividad". CEPE. 2000.

"Déficit de Atención con Hiperactividad: Manual para Padres y Educadores." CEPE. 1998.

Hace 20 años el TDAH era un trastorno casi desconocido en nuestro país y los niños afectados no se diagnosticaban como se hace ahora, por lo que puede existir una falsa impresión de que los niños se han vuelto hiperactivos de pronto, cuando lo que verdaderamente ha aumentado es el número de profesionales formados en la detección y el posterior diagnóstico. Este trastorno afecta entre un 3% y un 6% de los niños en edad escolar de nuestro país, aproximadamente un niño por aula.
Madrid | Enero 2012 | Coti Coloma/ Psicóloga y Tutora de la UP on-line

En los últimos años se ha incrementado el número de alumnos diagnosticados de TDAH pero también desde la UP on-line, y nuestra experiencia con aulas de padres, hemos detectado, que existen cada vez más dificultades a la hora de lograr que los niños, sin ningún problema de aprendizaje diagnosticado, consigan niveles de atención y autocontrol adecuados y eficaces a su edad. Y lo que es más importante, que estas dificultades se siguen presentando en niños mayores de 12 años. ¿Cree que hay algún tipo de relación entre ambos sucesos?

Respuesta. Respecto a lo que me pregunta hay que aclarar que el TDAH como trastorno es una cosa y la percepción que los padres y los profesores pueden tener de un incremento en las dificultades de atención y autocontrol en los niños en general, es otra. Para que un niño sea diagnosticado de TDAH debe tener un comportamiento más inatento y, en algunos casos, más impulsivo e hiperactivo de lo que corresponde para su edad. Debe ser un niño que presente esta sintomatología, de alguna manera, desde siempre (aunque no se haya considerado muy problemática hasta el momento actual) y que no parezca responder como los niños de su edad y curso escolar a las pautas educativas familiares y escolares habituales. Además, deberá constatarse que la sintomatología les está creando y promete crear en el futuro problemas en algún ámbito de su vida y que dicha sintomatología no se explica mejor por la presencia de otro trastorno conocido. Por lo tanto, el TDAH se define como un problema del neurodesarollo que se detecta porque el niño no responde como lo harían los niños de su misma edad y educación. En ese sentido, si la población general de niños fuera hoy más inquieta, impulsiva y dispersa (habría que constatarlo empíricamente), un niño para ser diagnosticado de TDAH tendría que superar con creces esa tendencia general.


¿Cuál cree, en su opinión, que sería la causa subyacente?

R. Como he dicho, creo que habría que constatar empíricamente la hipótesis de que los niños de hoy tienen menos capacidad de atención, más inquietud motriz o menor autocontrol y autorregulación comportamental y/o emocional. De ser así, son muchos los factores que pueden estar incidiendo. Por ejemplo, una mayor sobre estimulación desde el momento del nacimiento (familiar, escolar y social) que podría potenciar la atención durante breves momentos a muy distintas fuentes, la reducción del tiempo de ocio y juego a muy temprana edad, la saturación de horas en un aula y la sobrecarga de deberes en detrimento del tiempo de juego sin dirección de un adulto que podría entrenarlos en autocontrol, la saturación en algunos casos de actividades extraescolares, el predominio de juegos que potencian la activación y la respuesta inmediata, la educación de las familias en la satisfacción con miedo a enfrentar a los niños a situaciones frustrantes como la espera o la demora de gratificaciones, la aceleración del ritmo de vida y el estrés que rodea al niño y a la vida familiar desde el momento del nacimiento, la prioridad que la escuela sigue dando a la estimulación cognitiva (más en concreto a la memorización sin sentido) y la ausencia de formación comportamental, social y emocional o la resistencia del cambio en la forma de enseñar al rendimiento cognitivo, entre otras. También cabría plantearse el impacto que podrían tener tóxicos ambientales y la mala calidad de los alimentos puedan estar impactando en el desarrollo fetal. Aun así, hay que ser muy cautos y no simplificar las cosas haciendo pensar a la gente que un mal ambiente o una mala educación pueden ser la causa de la aparición del TDAH. Pueden empeorar un cuadro de TDAH pero no ser nunca la causa directa.


¿Podría darnos alguna clave práctica para que los padres pudieran saber si las dificultades atencionales de su hijo están dentro de la normalidad o deberían ser valoradas por especialistas como posible TDAH?

R. Esto sería como pedirle a un médico que diera alguna pista para que una persona, sin formación en medicina, pudiera saber si el lunar que tiene en la mejilla (que por otra parte le parece que tiene mala pinta y le preocupa enormemente) es un cáncer o no. Absurdo sería pensar en que para ir al médico uno tuviera que estar muy seguro de que se trata de un cáncer. Pues del mismo modo ocurre cuando un niño parece tener problemas de atención, impulsividad o hiperactividad. Si a los padres les preocupa, si el niño sufre, si su rendimiento o comportamiento apunta a ser cada vez más difícil, si el colegio pide ayuda o si los padres parecen muy desorientados en cuanto a cómo educarlo, etc., es motivo suficiente para consultar con un especialista ¿Y, con qué fin? No con el fin de “etiquetar lo que le sucede” sino con el fin de recibir orientación para ayudar a reducir esos síntomas. Después, si en la valoración existen  datos como para pensar que esa sintomatología responde a un cuadro específico, se podrá identificar el trastorno.


Parece que el sistema social en el que vivimos no ayuda demasiado. Los niños corren de una clase a otra, se comunican por sistema de mensajería instantánea, su tiempo de ocio habitual está en relación con las nuevas tecnologías y en muchos casos pasan bastantes horas al día solos. ¿Cree que estos factores de alguna forma pueden estar influyendo en el aumento de la incidencia de este tipo de problemas?

R. Creo que debemos dejar los tópicos a un lado y tratar de no pensar en que las cosas no son “blanco o negro” y que no existe una justificación concreta para todo lo que nos rodea. Igual que tener hermanos y no tenerlos tiene ventajas e inconvenientes, el ritmo de vida actual tiene aspectos positivos y negativos. Creo que el Ministerio de Educación, la escuela y la familia debería reflexionar sobre qué cree que debe fomentar en sus hijos, cómo los puede educar, a quién compete determinados objetivos de educación, formación e instrucción y con qué metodología, instrumentos y materiales puede conseguirlo. Me parece que no damos tiempo al niño a madurar, los hiperestimulamos en unos aspectos y les exigimos muy poco en otros. Y todo ello se refleja de alguna manera en el modo en que ellos responden y se adaptan.


Todos conocemos también a adultos que presentan dificultades de autocontrol, problemas de atención… ¿Es posible que los padres ejerzan, en estos casos, como modelo negativo para sus hijos? ¿Cuál sería el nivel de relevancia de dicha influencia?

Creo que si existen padres o madres con un perfil de TDAH, lo que más va a influir en sus hijos es su herencia genética puesto que el índice de heredabilidad del TDAH se estima en un 80%. Desde el punto de vista educativo no se puede afirmar que los padres o madres con un perfil de TDAH influyan siempre de forma negativa en el desarrollo de sus hijos. Conozco padres con sintomatología TDAH que comprenden mejor a sus hijos, los toleran más y buscan apoyo antes para que sus chicos no sufran lo que ellos padecieron. La buena o mala influencia de un padre o una madre depende más de aspectos individuales y del acceso a al apoyo de un buen profesional que de la sintomatología residual que padezcan.


¿Qué recomendación o pautas daría a los padres en este sentido?

R. Los padres que identifican en su propia infancia, adolescencia, juventud o incluso en la edad adulta, dificultades de atención, hiperactividad o hipoactividad, impulsividad o problemas de rendimiento o de adaptación comportamental deberían pensar en la posibilidad de que sus hijos nazcan con una biología más próxima a un TDAH. De mostrar sus hijos síntomas asociados a este trastorno, no deben refugiarse en el pensamiento de que “si a mi me fue bien sin ayuda ¿por qué no le va a ir bien a mi hijo?” para justificar dejar pasar el tiempo, porque ni la intensidad del trastorno, ni las condiciones educativas ni la exigencia social son las mismas para él que para su hijo. Como cualquier padre deberá valorar en qué medida su estilo de vida, la organización que tiene de la vida familiar y la forma de educar favorece o no a su hijo y pedir ayuda para modificar lo que sea necesario. Deberá reflexionar, también, sobre la necesidad de formarse como educador y buscar estrategias para evitar que la impulsividad, la falta de paciencia, la falta de organización, la dispersión y la falta de perseverancia (de existir) afecten a su papel de padre o madre. Y, en algunos caso, deberá plantearse si a pesar de considerar que tiene un perfil de TDAH controlado, su calidad de vida y la de su familia mejorarían con tratamiento farmacológico y/o psicológico.


Desde nuestra experiencia directa con los padres, una de los motivos más habituales de consulta es la recomendación de estrategias y actividades concretas para mejorar las habilidades de autocontrol de sus hijos, entendidas como la capacidad para tolerar el esfuerzo, mantenerse en la tarea, tolerancia a la frustración… Si se encontrara usted en el papel del tutor, ¿cuáles serían las estrategias prácticas que recomendaría a dichos padres?

R. Educar va más allá de aplicar recetas. Educar a un niño difícil requiere formación en el desarrollo del niño y en control de conducta. Si un padre o madre tiene problemas para conseguir que sus hijos obedezcan, sean responsables, perseverantes y toleren la frustración, yo les diría que comenzaran leyendo libros sobre educación para ver qué dice la psicología sobre que pautas generales suelen ser las que funciona para educar a un niño. Si con lo aprendido no mejora, les aconsejaría que pidieran hora a un psicólogo, pedagogo o psicopedagogo de confianza (de esos que saben enseñar a educar) y que se reunieran en sesiones un vez a la semana. Que llevaran a esas sesiones el guión de una situación cotidiana que les preocupa: cómo era la situación antes (quién había, qué dijo, etc.), cómo surgió el problema y qué pasó después. Con todo tipo de detalles. Sobre esa información, padres y terapeuta deberán analizar lo sucedido y acordarán posibles formas de responder en una situación parecida. Al tratarse de problemas habituales, es muy probable que los padres tengan que enfrentarse a una situación parecida unos días después. De ese modo, analizando situaciones concretas en contextos individuales, los padres mejorarán en su forma de educar.


¿En el caso de un diagnóstico de TDAH usted recomienda como tratamiento más eficaz la medicación, la intervención psicopedagógica o una combinación de ambas? ¿Por qué?

Yo recomiendo que se haga una evaluación multidisciplinar (por lo menos un especialista de la medicina y otro de la psicología o la pedagogía), que la evaluación vaya más allá de la determinación del diagnóstico diferencial (“tiene o no tiene TDAH”), que permita determinar el perfil cognitivo, comportamental, emocional y social del niño, así como las condiciones escolares y familiares. Y que, con toda esa información, se valore (padres y profesionales conjuntamente) qué aspectos de la intervención son prioritarios, en qué ámbitos y en qué orden. Existen niños que pueden evolucionar positivamente sin medicación mientras, para otros la medicación es la piedra que hace posible que la intervención psicoeducativa de su fruto y para algunos, especialmente en medios muy desfavorecidos, desgraciadamente quizá la medicación sea el único tipo de tratamiento al que puedan tener acceso. A nadie le gusta medicar a un niño. Por ello, la medicación debe sopesarse cuidadosamente, probar el impacto que tiene sobre el niño y valorar “coste-beneficio” en cada año de su vida. Un buen médico, de confianza, cercano que no tenga reparos en formar a los padres, resolver sus dudas y respetar sus miedos sin juzgarlos por ellos, es fundamental.


¿Qué aspectos cree que es importante trabajar con los niños durante el inicio de la escolaridad y la primera infancia, para prevenir este tipo de dificultades en el futuro?

R. El TDAH no va desaparecer porque se realicen programas educativos en Educación Infantil porque no es la mala educación o la mala instrucción la causa de su aparición. Creo que antes de pensar en que el problema está en los niños y que debe desarrollarse programas para fomentar o entrenar determinadas habilidades, debemos pensar si tiene sentido que los niños estén tantas horas sentados, que hagan largas copias sin sentido. Si es necesario que memoricen todos los tiempos verbales antes de aprender a expresarse adecuadamente. Si tienen sentido los deberes obligatorios que aumentan la jornada laboral de los niños más allá de las 8 horas, que sean porque sí, iguales para todos (así tengas buenas notas, domines la materia o seas un alumno de altas capacidades) y proporcionalmente más extensos si hay un puente o unas vacaciones… Si para tener una buena ortografía el método más adecuado es el de memorizar largas listas de reglas ortográficas, jugar a pillar haciendo dictados que no se repiten y bajando la nota en los exámenes bajo la premisa de que los niños que tienen faltas las tienen “porque no les da la gana de fijarse”. Creo que si motivamos a los niños, le proponemos retos de aprendizaje que les estimulen, les animamos a creer que son capaces, les damos las herramientas para alcanzarlos y les supervisamos y animamos durante el proceso conseguiremos que sean mejores, más sanos y más sabios día a día. Y el que tiene la impronta biológica de TDAH mejorará respecto al que no haya sido educado de este modo, estará más adaptado durante más tiempo antes de que su comportamiento delate la existencia del TDAH, tendrá un perfil de síntomas más moderado y necesitará menos apoyos extras.


¿Qué tipo de actividades, juegos y juguetes recomendaría a las familias que quieren fomentar el desarrollo de las capacidades atencionales y de autocontrol en sus hijos?

R. Creo que las familias de niños con TDAH deben dejar a un lado el objetivo de “instruir y formar” cuando jueguen con sus hijos. Bastante estrés tienen con apoyarles en los deberes y en lo escolar, bastante se distancian emocionalmente de ellos persiguiéndoles para que los hagan, para que colaboren en casa o para que se comporten como para alargar su papel “pedagógico” a las horas de ocio. El tiempo de ocio tiene que servir para volver a sentirse papá o mamá, para conectar con los hijos, reír y dejar los problemas a un lado. El juego deja de ser juego con el adulto es el que dirige y marca siempre la pauta. En ese marco, cualquier juego que haga disfrutar a la familia y que ayude a fijarse, esperar, demorar respuestas puede servir. Los juegos de ordenador tienen muchas utilidades pero los niños sólo utilizarán los educativos si tienen la compañía de un adulto. Por si solos, tenderán, lógicamente a utilizar los más divertidos y que requieran menos esfuerzo. Pero es importante, el juego por muy indicado para niños con TDAH que parezca, sólo servirá si no se utiliza como instrumento de tortura para el niño.


¿Podría comentarnos algo sobre las últimas investigaciones o hallazgos que se estén llevando a cabo en este ámbito?

R. No hay muchas investigaciones que relacionen juego y TDAH y sí muchos tópicos. Las páginas amarillas están llenas de terapias milagro para TDAH: gafas con cristales de colores, la equinoterapia, el yoga o incluso asistí a un curso en el que hablaban de Pilates aplicado a niños con TDAH. En una ocasión me escribieron de Sudamérica para un estudio sobre la influencia de “la pesca con mosca” en el TDAH. Debemos entender que cualquiera de estas actividades puede mejorar la calidad de vida de un niño con TDAH, puede hacer que esté más relajado y que las expectativas de cambio que tienen los padres se traduzcan en una menor presión y por lo tanto en una mejora en la conducta. Pero ninguna de ellas es eficaz para conseguir un cambio radical en un niño con TDAH. Por lo tanto, porque no tenemos todo el tiempo del mundo y tenemos una economía limitada, debemos sopesar en relación a las necesidades de nuestro hijo y nuestra familia qué tratamientos son los que tienen prioridad.

Fuente:

http://revista.universidaddepadres.es/index.php?option=com_content&view=article&id=1301&Itemid=1162&mid=57

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